La voz en los confines



En estas orillas, que no son las del Yentru pero bien podrían serlo, la muerte de Liliana Bodoc cumple un año. En las Tierras Fértiles seguramente están celebrando su estadía desde hace el mismo tiempo. Resaltar, adueñarse, recitar, contemplar las citas de La Saga de Los Confines, que para mí son el andamiaje de su mundo, se hizo y se hace imperioso después de leerla y leerla, de observar las estrategias de los universos que nos rodean diariamente, de festejar cada batalla ganada y a veces también cada derrota porque como dice Diana Bellessi en La pequeña voz del mundo “Liliana Bodoc pone el futuro, no en las manos de los príncipes o de los magos, lo pone en la montonera horizontal. Y nos previene que la ambición y la traición y el odio no mueren.”

La saga de los confines, Liliana Bodoc
Los días del venado

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Molitzmós no tenía escapatoria. Debía terminar lo que había comenzado:
- Te lo dije al comienzo: hay pensamientos que hubiera preferido no tener y temores que hubiese querido desoír. No existe una duda peor que la que se siente cuando todos los demás coinciden en una certeza; porque es una duda que empuja hacia la soledad. Es por eso que me atrevo a hablar contigo, para así desahogar mi corazón.


Los días de la sombra

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En su implacable tarea de transcurrir pone el Tiempo señales para que las Criaturas recuerden que siempre está, y pasando. La caída de las hojas, esa es una señal. Las distancias de la Tierra, esa es otra. Pero como las Criaturas son olvidadizas, el tiempo tiene los amaneceres.


Los días del fuego

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Recién entonces Bor se quedó inmóvil. Se apagó de pronto. Así debió ser, porque la desesperación es efímera en el cuerpo de las criaturas. Crece la sangre y se derrama por dentro. Se anegan las vísceras. El corazón se amontona en la garganta. Sin embargo ese ahogo no es duradero. Enseguida la sangre retrocede devolviéndole al aire su espacio. Detrás suele venir la tristeza. y la tristeza tiene otro modo. Deja al triste dormir, pero aguarda cerca para ser la primera en saludarlo cuando despierte.

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El Señor del Sol se exaltó narrando la desolación de Bor:
-Primero envié a decirle que proteger su vida a costa de la vida de su aldea era obrar contra el Aire Libre. Y él lo creyó. Más tarde, cuando ya era mi prisionero, le dije que había obrado como gente del Recinto creyendo que su sola vida valía por la de toda su gente. Y también lo creyó. ¡Ve, Acila, como toda cosa bien dicha se parece a la verdad! Esa es una virtud que Misáianes apreciará sobre cualquier otra.

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Las bestias se adentraron en el agua. Eran dos, tres, cinco… eran trece y más cabezas negras que avanzaron en completo silencio hacia la balsa de troncos que se mecía con la corriente.
El cielo le habló al río.
-          Estoy mirando este dolor que va a ocurrir en ti mismo.
-          Dolido yo dos veces –respondió el río-, porque tengo mi dolor y el reflejo tuyo.
Entonces habló la tierra:

-          Río, los huesos del pescador me pertenecen. Entrégamelos, que les haré un cobijo donde puedan seguir soñando.

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Todo lo que está vivo se sujeta a un ritmo: el mar, los frutos, el corazón de las Criaturas.


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Flauro sabía que espiar no significa ocultarse tras una puerta entreabierta. Espiar es un modo de ver…
No es porque sí que quienes espían afilan los ojos. Tiene un sentido, puesto que espiar significa ver líneas.
Flauro sabía que espiar no es atrapar sino desenvolver, seguir los pasos con perseverancia y terquedad.


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Antes de partir, los sideresios encadenaron la puerta del observatorio. Bor iba a morir sin completar su vasija.
“Me marcho como toda criatura”, pensó el Supremo Atrónomo, “con algo a medio hacer”.


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Hay remordimientos que son remedios, hay otros que son insolencias. Es insolencia el tuyo Kuy-Kuyen… ¿Por qué imaginas que tus ojos todo lo pueden; y que serías capaz de evitar cualquier pena? ¿Qué te hace pensar , sino la insolencia, que donde tú estés nada malo ocurrirá?


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Cayó muerta donde el mar se arrepiente de su espacio y retrocede.


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Decían los ancianos que la vida y la libertad compartían el mismo cuenco; y que era imposible derramar una sin la otra.


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¿Es vasto el espacio que separa la tierra del cielo? ¿O es minúsculo?
Es igual al que separa a dos enemigos en el campo de batalla; es mentira.

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