Un lugar llamado Santa Fruta
Conozco
varias casas que tienen cactus, gatas y gatos, nada extravagante, quizá estén
pensando. ¿Y si les cuento que conozco un gato que lame cactus? Ahí ya tomó
diferente color. Igualmente ahora quiero contar otra historia, aún más
colorida, sobre otro cactus y otro gato.
Santa Fruta[1]
(Delphine Perret y Sébastien
Mourrain) es la historia de un cactus y un gato, de dos personajes que viven
lejos, pero terminan encontrándose.
“Había
una vez un cactus” comienza uno de los libros publicados en el 2017 por la
editorial Limonero, y pronto una planta se convierte en uno de los
protagonistas con sentimientos, búsquedas y matices. El cactus estaba solo en
el Desierto del Colorado, sus espinas alejaban a los turistas y su melancolía
pedía a gritos una compañía que entendiera su costado filoso. Aunque tenía más
para dar: su ternura en las flores que ansiaba compartir.
En
otro lugar del planeta, un gato cuyo nombre tampoco se conoce estaba muy
cansado de viajar. Su familia humana no lo comprendía y pasaba largos períodos
fuera de casa conociendo ciudades. Claro que eso al gato no lo emocionaba,
extrañaba el calorcito del radiador, estar en su casa observándolo todo y tener
un sitio con la forma de su cuerpo.
Entonces,
viaje va, viaje viene, cactus y gato, gato y cactus, se encontraron. Se
sintieron cómodos en mutua compañía y pensaron que hacían un equipo. El
Desierto del Colorado tuvo un gato con espinas y un cactus con cola.
Lxs autorxs nos comparten un texto e ilustraciones frescas, a pesar del calor que emana del paisaje, una historia de amistad y de perspectiva, porque a veces para hacer es necesario primero ver bien.
Recomendación
de lectura: leer Santa Fruta con una
botella de agua al lado, vieron como es el calor del desierto, ¿no?
Comentarios
Publicar un comentario