En invierno: hacer lectura pero con abrigo




Con un manto de luz invernal que cruza toda la ventana, me siento a escribir para contar que ayer en este mismo living mi hijo de un año y medio y yo nos reímos muchísimo: leímos y jugamos con libros, construimos nuestra propia isla de palabras, ilustraciones y almohadas. Es algo que como lectora y promotora de lectura me encanta hacer y busco aliadxs para compartir eso que vemos y es diferente a unx, que cierra unas puertas y abre otras. Estuvimos un largo rato palpando libros con el cuerpo. Tocamos, chupó, miramos, fueron los libros sombreros, casas a dos aguas, asiento, bandeja y libros. Como dice la antropóloga e investigadora Michèle Petit, pusimos en movimiento al pensamiento, intercambiamos, pero también dimos marcha a la dimensión de lo “inútil”[1], del puro juego, del ser así para ser todavía un poco más y celebrar lo imaginario.
Vicente y yo fuimos leones en fotos un rato. Cuando abrimos ¿Qué le pasa a mi cabello? –Fondo de Cultura Económica-, no dudamos en meter nuestras cabezotas por el óvalo vacío de cada página. Me gusta Satoshi Kitamura, me gustan los colores eléctricos que usa, el tono burlón de sus textos y las expresiones de sorpresa que suelen tener sus personajes. Entonces, decía, no dudamos y nos enmarcamos en león con melena de león, león con melena de ola gigante, león con melena de pulpo. Actuamos con el libro, tuvimos nuestro rato “inútil”.
Si de hacer cosas con libros se trata, deslizo otros dos como copas por la barra de esta cantinera. Atrapalos.

El libro de barro. Cómo hacer pasteles. La editorial nacional La marca terrible propone este título de Lois Long y John Cage: un pequeño cuadrado con relieve que chorrea barro. Cada página tiene una ilustración acuarelada y un paso a paso de la receta poética. Producto final: una torta de barro –con velitas y todo- y el libro más manchado aún. Ingredientes: tierra, agua y moldes.

Lo que tú quieras. Otra editorial nacional, Ediciones Iamiqué, de la mano de Ellen Duthie y Daniela Martagón, invita jugar con la palabra: recorrer nuestros pensamientos, compartirlos y volverlos a pensar. A cada escena ilustrada le corresponden diferentes preguntas que permiten dialogar y reflexionar sobre la libertad y los derechos. Algo a destacar de este libro es que no hay un direccionamiento de la respuesta. Un techo de mantas y una merienda pueden ser hogar de estas páginas para charlar y charlar.

Estos tres títulos son, nada más y nada menos, que una simple invitación al juego, a las miradas compartidas y cómplices, al hacer en conjunto. Ojalá que, como nos pasó a nosotrxs, te queden los libros un poco más ajados.



[1] Petit, Michèlle: Leer el mundo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires. 2015.

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